martes, 3 de julio de 2012

Menos seis




  Intenté sumarme una vez más, nunca me doy por vencida. Pero, una vez más, fui rechazada. Avaricia dijo que mucho le había costado conseguir su lugar, y que ni se le cruzaría por la cabeza hacer un espacio para que entre otro, que ya había poco y si entraba yo ella se incomodaría. Soberbia la interrumpió sin importarle haber cortado su discurso, de hecho se le paró delante impidiendo su visión y me dijo que yo no era tan importante como ella, y que aunque los otros tampoco lo eran, dijo en un tono mas bajo para que no la escucharan, “nunca podrías entrar a nuestro grupo”. En ningún momento me miró a los ojos, su actitud altanera parecía ni siquiera notar mi presencia. Intenté entonces convencer a la Lujuria, quizás con mis atributos podría conquistarla y así ganarme un espacio. Su mirada penetrante me incomodó, tanto que me eché a un lado, pero las cejas fruncidas de la Ira me incomodaron aún más. Su deseo sexual incontrolable, era realmente incontrolable, y su vestido extremadamente corto me provoco rechazo, tanto que decidí recurrir a un plan B: la Tristeza. Estaba seguro de que ella se iba a apiadar de mí. Sus ojos me miraban llenos de lágrimas. No sé si lloraba por mí y mi fracaso de inclusión al grupo, o si lloraba por ella y sus eternas depresiones. Nunca  lo voy a saber, lo único que hacía era secarse las lágrimas con la manga de su vestido negro. Definitivamente no podía obtener nada de ella, sus compañeros la maltrataban y manipulaban aprovechando su fragilidad. Mi impulso natural quiso ayudarla, pero además de que no era lo que estaba en mis planes, estos cinco siempre me echaban hacia atrás.

  Lo que más recuerdo de la respuesta de Ira fue su furia, su mirada fija en mí, sus venas en la frente y el chirrido de sus dientes. Me gritó tanto, y tan fuerte que me asustó, se la veía muy agitada, su corazón iba a salirse de su pecho, así que opté por apartarme, no quería causarle ningún mal, y menos un infarto.

  Parada una vez más fuera del grupo me detuve a mirarlos por unos cuantos segundos. Se las veía tan bien juntas, parecían ser una sola. Y así, contemplando desde afuera me di cuenta por qué yo nunca iba a ser una de ellas. Aunque nosotras las bondades seamos excluidas muchas veces por  estos defectos, es posible aún encontrarnos en algunos pocos, pensé, siempre optimista.

  De la vereda de enfrente se acercaba la Envidia, pasó por al lado mio sacando una radiografía de mi cuerpo, con una mirada que recorrió desde mis pies hasta mi cabeza. Cruzó la calle, se acercó a ellos y se ubicó detrás de Lujuria, quien la pispiaba de reojo. Ira no le gritó, Lujuria no la acosó, Tristeza no le lloró, Soberbia no la despreció y Avaricia le hizo un lugar, bastante chico, pero un lugar en fin. Se veían realmente cómodas. Crucé la calle y me di vuelta de inmediato al escuchar un golpe, Ira había cerrado muy fuerte la puerta de la casa. Era la más grande del barrio, lujosa, prolija, sin ninguna imperfección. Lo que tenía de grande, lo tenía de vacía. Solo se encontraban Lujuria, Ira, Soberbia, Tristeza, Avaricia, Envidia y el señor Solari.

 Luego del suicidio de su esposa sus hijos lo habían abandonaron, es que Solari y compañía habían echado a la alegría y con ella a mí.

2 comentarios:

  1. NOOOOOOOOOOOOOOOO QUÉ GRANDE muy buena la salida que encontraste, lo encaraste de un modo realmente muy original, me gusta mucho!

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  2. Me gustó mucho la forma de encararlo y como lo terminaste! Muy bueno
    Elides "coco" Tejada.

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