La rutina de algunos puede resultar
extremadamente estresante para otros. Incluso, hay personas que llevan una
doble vida, aparentando tener un habitué,
mientras llevan otro. Sin embargo, pocos casos conocí tan conmovedores y extraños
como el de John Double, quien de ser una persona, pasó a ser otra, aún siendo
él mismo.
Johnny era un joven de
veinticinco años que estaba terminando la licenciatura en teología sistemática
en la Universidad Católica
Argentina. Sus padres, grandes influyentes del sacerdocio de Roma, cercanos al
Vaticano, habían decidido mantenerle toda la carrera para que pudiera estudiar
tranquilo, sin complicaciones, pero con la condición de que consiga buenas
calificaciones para poder ingresar en la Universidad Pontificia Salesiana romana como profesor, ya que
los contactos que tenían en el lugar les facilitarían tanto el empleo como la
instalación en Italia.
Se
podría decir que su vida pasaba sin sobresaltos. Nunca había salido más de dos
veces con una chica, eran demasiado rápidas para él, y para sus principios
dogmáticos. Nunca se había planteado si le gustaba aquello que estudiaba, si le
aportaba algo a su vida, ni siquiera había ideado por sí mismo qué sería de él
una vez finalizada su carrera. Siempre sus padres marcaron su rumbo, como en su
infancia. A decir verdad, nunca había dejado de ser un niño.
Un día había decido por sus propios
medios, lo cual ya es algo de por sí poco habitual, ir hasta Plaza de Mayo
caminando desde la facultad para tomar un poco de aire mientras disfrutaba de
su intervalo entre Teología Dogmática IV
e Historia de la Iglesia III. En el
camino, frente a Rodizio, un reconocido restaurant de la zona,
encontró tirada a un lado de la vereda, una agenda verde aterciopelada, algo
sucia y con un gran manchón de tinta en la parte superior. John la tomó, y con
la intención de devolverla, buscó en la tercera hoja los datos personales del
dueño. Increíblemente, el anterior poseedor de esa agenda, se llamaba igual que
él.
“Qué extraño”, pensó, y comenzó a
revisar su rutina, ya que no había más información de este nuevo John Double,
más que su Rh sanguíneo, cero positivo. Era llamativo, el estudiante de
teología también lo era.
En su agenda, tenía varios planes
para el día, entre los que figuraban una entrevista laboral, una visita al
odontólogo y una cita con quién llamaba “la mujer de su vida”. Su curiosidad
venció a sus obligaciones, y decidió faltar a la clase de historia para
devolverle la agenda a este extraño individuo que se había apropiado de su
nombre.
A las doce en punto, estuvo en la
puerta de Consignia, una reconocida
consultora laboral, esperando ver entrar a su tocayo, cuando la recepcionista del lugar se acercó a hablarle.
-Disculpe. ¿Es usted John Double? –inquirió la mujer.
-S…sí, bueno, pero creo que no es
el John Double que usted está buscando- respondió inseguramente.
- Oh, vamos, no se preocupe,
todos tienen un poco de miedo la primera vez, pero ya verá que será seleccionado
si tiene las condiciones.
-Es que no entiende, yo no soy el
John Double que les envió el currículum.
-Entiendo. Sí, todos mienten un
poquito, es parte del juego, venga, entre.
Sin
más remedio, Johnny decidió ingresar al lugar, tal vez luego llegaría el
postulante que realmente buscaban, devolvería la agenda y lo dejarían irse. Al
entrar al despacho, un hombre corpulento lo recibió dándole un fuerte apretón
de manos. Acto seguido, comenzó a cotejar los datos que figuraban en el
currículum, comenzando por su fecha de cumpleaños, nacionalidad, y número de
documento. Todo coincidía con él. Sin embargo, el otro John Double, era
jardinero, había trabajado durante años para el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires y
cuidaba las plantas de una reconocida familia que vivía en el barrio de
Recoleta. Aficionado por el oficio, había competido en el Bilbaojardín 2012 y había conseguido una mención por un viejo
bonsai que llevaba años cuidando, y que con ciento dos años seguía floreciendo,
dando brotes patrióticos, puesto que el ceibo es la flor nacional. El trabajo
que le ofrecían, era sin ir más lejos, el de cuidar el parque de la Casa Rosada.
John estaba sorprendido, pero
decidió aceptar el trabajo. “Después de todo, seguramente su doble lo habría
aceptado, y una vez que recupere su agenda, se lamentará mucho haber perdido
esta oportunidad” reflexionó, y firmó de inmediato el contrato.
A las tres, “John Double dos” tenía
el turno para el dentista. Nuestro Johnny llegó puntualmente, y al notar que su
otro yo no había asistido, tomó el turno. Casualmente, el doctor le encontró
dos caries, y se las trató de inmediato. “Tienes que aprender a cuidar mejor tu
salud bucal John, siempre igual lo tuyo, te curé estas caries hace un mes, y se
te han vuelto a formar en los mismos lugares”, le aconsejó el odontólogo,
ignorando el nudo en el estómago que le provocó al protagonista de esta
historia este singular consejo.
Finalmente, a las nueve era la cena.
John titubeó. Si iba, y su correspondiente faltaba nuevamente, debía cenar con
la muchacha de la cual el otro estaba
tan enamorado. Aunque, ¿debía? ¿Tenía la obligación de hacerlo? Después de
todo, podía entregarle la agenda, explicarle del mal entendido y continuar con
su vida como lo venía haciendo. Sería complicado, pues era evidente que tenía
cierto parecido físico con el dueño original de la agenda, si no ¿por qué el
dentista no habría notado la diferencia entre uno y otro? Hacía un mes que lo había visto por última vez, por lo que
mínimamente, de su cara debía acordarse. Estaba claro que no sabía si debía,
pero que de todos modos lo haría.
Llegada la hora del encuentro, John
el casi- teólogo, vestía un traje
color rojo, que contra las expectativas de cualquiera, no era llamativo en
absoluto. Optó por zapatos humildes -de tomar el lugar del jardinero, unos Sarkany de montar no serían adecuados-.
La joven llegó puntualmente, luciendo sus veintidós años con una frescura
propia de una rosa a punto de florecer. Su vestido tenía un estampado floreado,
lleno de margaritas, azucenas, lirios, amapolas y lavandas. Como supuso acertadamente
John, la chica se acercó a él, reconociéndolo en apariencia.
-Hola
John, ¿Cómo estás? Disculpá que tenga este look
un tanto improvisado, pero salí un poco tarde de trabajar y no tuve tiempo de
alistarme mucho. – Se excusó la muchacha.
-
Perdé cuidado, Florencia. Estás…hermosa. Como siempre. – Le respondió sonriendo
el joven.
Esa noche, no sólo fue una de las
mejores noches de la vida de John Double uno, sino la mejor hasta el momento.
Disfrutó cada instante del encuentro. Al principio, temía que ella le
preguntara o le comentara algo acerca de la jardinería, pero supo sortear desde
el principio este obstáculo: le sugirió que, por lo menos esa noche, hicieran
de cuenta que no se conocían, y actuaran como dos perfectos extraños que
deseaban hurgar uno en la vida del otro, por el simple placer de satisfacer
curiosidades ajenas.
Cuando estaban por dar las once, y
el arroz primavera estaba por desaparecer completamente de sus platos, John
tomó la iniciativa, y acercó un poco su rostro al de Flor, mientras la tomaba
suavemente del mentón, atrayéndola hacia él. En el instante que pudo sentir la
fragancia a jazmín que emanaba su futura novia, sus bocas se unieron en un beso
duradero, pero medido. Fue así que, como si un haz de conocimiento hubiera
iluminado su mente, incorporó involuntariamente miles de saberes acerca del
oficio de la jardinería, el cuidado de plantas y el catar de más de cien aromas
florales diferentes. Ya era todo un profesional en el tema.
Minutos después, llegó al lugar
quién sería su otro yo, y lo observó por la vidriera del restó. Ya era tarde,
debía tomar otro rumbo, esa vida ya tenía un nuevo dueño.
Marisol
Leal
Comisión
37
Prof.
Beatriz Masine
Está muy bueno!
ResponderEliminarEs hermoso todo lo que escribís!
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