jueves, 28 de junio de 2012

Ruido


Estoy sentado en el baño, aunque se encuentra en el fondo de la casa puedo oír cada sonido que acontece. Unos cuantos metros arriba la vecina del cuarto acaba de romper el segundo plato del día lo que desencadena una nueva discusión con su marido. Oigo a la del tercero bostezar, alguien dormido a su lado cambia la posición, es un ruido sutil, casi imperceptible que no interrumpe su sueño. Afuera la pelea de dos perros callejeros por un poco de comida despierta al viejo amargado del departamento de al lado que putea por lo bajo. El estruendoso ruido que producen las llaves al chocar contra la mesa me dice que Luli está en casa, aunque Ricky ya había avisado segundos antes con sus ladridos taladrantes. El ruido chispeante del aceite al poner el huevo en la sartén indica que mi madre está preparando la cena y que en cualquier momento me llamará a poner la mesa, quejándose de que nunca la ayudamos. Dos puertas más adelante, entre la cocina  y el baño, mi padre susurra por teléfono cosas cursis a una mujer; siempre espera a la hora de cocinar. En la habitación contigua el sonido de las teclas de la computadora no cesa ni un segundo, Luli pasa seis horas diarias frente a ese monitor encantador de adolescentes. El zumbido de una mosca que recorre el pasillo me desconcentra. El goteo de la canilla del baño, que hace años que no cierra bien, me trae de vuelta a la realidad. Siempre disfruté encerrarme en ese cuarto con la excusa de que me gustaba oír el repicar de la lluvia, cosa que nadie entendió nunca, de lo contrario estoy seguro de que hubieran arreglado la canilla.

 Me quedo observando un punto fijo mientras escucho todos los sonidos a mi alrededor, entre todos ellos aparece uno que no puedo definir. Lo siento más cerca que cualquier otro, como si estuviera al lado mío. Los demás sonidos desaparecen y éste penetra cada vez más fuerte. Cada vez más agudo. Determinando a que solo le preste atención  a él. Miro para todos lados buscando su origen y comprendo que está dentro de mi cuerpo, más precisamente en mi mente. Me tapo en vano los oídos, mis pensamientos han tomado el poder de todos mis sentidos, me escucho sin poder resistirme y no me gusta lo que pienso. Dudo un segundo. Escucho pasos cercanos y el grito de mi madre llamándonos a cenar. La canilla vuelve a gotear. La próxima vez no debo ir tan lejos, o mejor dicho, tan cerca.
Agustina Valle
Comisión 37
Profesora Beatriz Masine

1 comentario:

  1. Grande Agus!!!!
    El efecto de perturbación me llegó, y mucho jajaja

    Sol

    ResponderEliminar