jueves, 28 de junio de 2012

La danza del olvido


El reloj marcó la hora del asco y la puerta hizo su chirrido característico. Oyó las palabras vacías de siempre y contestó con una mueca que simulaba una sonrisa. Se tendió en la cama desvencijada con olor a pecado y se puso mucho perfume para tratar de no sentir la transpiración ajena.

Ya estaba harta del repetitivo ritual. A tanto llegaba el hastío que desarrolló un sistema para satisfacer a los clientes sin tener siquiera que prestarles atención.

Los miraba sin verlos y los acariciaba sin sentir, mientras su mente volaba libre por el recuerdo de tiempos mejores, no necesariamente pasados, ni tampoco futuros, no tenía tal cosa, sólo  construcciones ficticias que armaba y desarmaba a su antojo para ser feliz al menos unos momentos.

A tal punto había perfeccionado el sistema que su cuerpo respondía en forma automática a los estímulos, con gestos específicos preestablecidos. En un momento su rostro fingía sorpresa, luego  la espalda se arqueaba, la garganta emitía una serie de sonidos, los muslos se contraían y relajaban hasta que el cataclismo cesaba, allí simulaba satisfacción y el acto estaba terminado, al menos por un rato.

Le gustaba pensarse cómo una actriz o bailarina, en definitiva no hacía más que mentir con el cuerpo al compás del ritmo más antiguo.

Trataba de postergar el trance hasta después de la ducha pero esta era la parte más difícil. Al ver la colección de moretones y marcas sobre su cuerpo le costaba engañarse a sí misma; su mente podía abstraerse y su cuerpo engañar a cuerpos ajenos, pero el espejo anulaba el hechizo.

Lucila Pellettieri

Comisión: 37(2012)

Profesora: Masine, Beatriz.

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