Desperté sudado
y agitado. La madrugada era aún más noche que día. Pude haber estado dormido
horas, tal vez días, tal vez años o décadas. Sentía en mí el pesar de un
recuerdo tormentoso, confuso. Parecía allí, uno de los tantos pescadores
borrachos que acostumbran finalizar sus largos días intentando apaciguar sus
pesados sueños, sus prolongadas pesadillas, acurrucándose en el pecho del río,
como un niño con su padre.
Pero yo no era
ningún borracho, ni mucho menos pescador ¿Cómo alguien puede dedicarle la vida
misma a una simple acumulación de agua? ¿Cómo se puede ver pasar la vida entera
como si fuera el nado de un pez insulso, sin objetivos, sin metas? Siempre
agradecí no haber heredado esa inútil pasión de mi padre. Siempre valoré, como
uno de los aciertos más grandes de mi vida, el hecho de haber tenido la
voluntad suficiente para huir de ese destino mediocre en busca de verdaderos
objetivos.
La noche era
oscura como pocas veces vi. Las estrellas parecían haberse apagado para la
ocasión y la luna, en su más remoto cuarto creciente, se reflejaba apenas sobre
el agua. La arena metida en mi nariz me impedía respirar normalmente -de hecho creo que esa fue la verdadera razón
de mi despertar-, pero el olor putrefacto que arrastraba el frío viento de
playa ingresaba igual por mis orificios nasales desplegándose por todo mi
interior, haciendo retorcer cada uno de mis órganos. Jamás había sentido un
olor similar, era como la muerte hecha sentido.
¿Y qué hacía yo
ahí entonces? ¿Cómo podía yo encontrarme
en ese estado? Un escribano de ciudad que había venido a visitar su pueblo
natal tan solo para resolver algunas cuestiones de su padre muerto, ahora se
encontraba despertando a orillas del río en plena madrugada sin saber cómo, por
qué ni cuándo, había llegado allí.
Decidí
incorporarme entonces. Me senté sobre la arena fría y lavé mi cara con el agua
turbia de la orilla. Al pequeño reflejo lunar, pude observar varios moretones
en mi cuerpo, rasgaduras y cortes sangrientos infectados. Me hallaba desnudo
también.
Lo último que
recordaba era aquel viaje en bote entre la espesa niebla trayendo de regreso la
tela faltante. Aquella conversación donde mi hermano pregunto al negro pescador
si sabía algo de su padre. Era mudo contestó. Mudo como mi padre, como el padre
de mi hermano y como el padre de mi otro hermano compartiendo aquella embarcación.
Al pararme el
olor se hizo cada vez más intenso. Tenía mucha sed. Bebí del río y
definitivamente comprobé que lo podrido no era él, así que comencé a caminar
olfateando el rastro de aquel mortal aroma.
Mi padre, su
padre y ahora el padre del otro también, jamás comprendió nuestra partida. Él
esperaba a un hijo como la representación en vida de su obra de arte. Para él
su vida fue el río. Los obstáculos de la vida le impidieron vivir su vida como
hubiera deseado. Así que vivió su río a través de aquella tela. Siempre deseó
que sus hijos, o al menos uno, viviera al río como él, pero en carne y hueso.
Se defraudó completamente al ver como sus dos muchachos marchaban sin ni siquiera
intentarlo. Se defraudó en vano. Sin enterarse procreó, a escondidas, a
oscuras, aquél hijo que tanto deseaba.
La peste era
cada vez mayor al acercarme. Al mismo tiempo que un par de estrellas parecieron
iluminarse para mostrarme el panorama, en mi interior las luces se apagaban,
los recuerdos terminaban.
Nunca quise defraudar
a mi padre. Su muerte solitaria cayó en mi espalda a latigazos. Esa culpa
carcomió mi cerebro hasta llevarlo a la locura.
Vestido de traje
y corbata allí estaba mi reciente y antiguo hermano. Las dos estrellas
mostraron el estomago tajeado. Las moscas revoloteaban sobre el pálido rostro
negro.
No solo maté a
mi hermano en aquella sombría orilla. Maté también, mi vida de edificio, mis
sueños personales. Castigué a mi conciencia a someterse a la más profunda de
las oscuridades matándome a mí mismo. De ahora en más viviré la vida de
Salvatierra. Viviré su oscura tela. Viviré el río.
*Relato inspirado en la lectura de la novela Salvatierra de Pedro Mairal
*Relato inspirado en la lectura de la novela Salvatierra de Pedro Mairal
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