sábado, 11 de mayo de 2013

Vivir el río*


Desperté sudado y agitado. La madrugada era aún más noche que día. Pude haber estado dormido horas, tal vez días, tal vez años o décadas. Sentía en mí el pesar de un recuerdo tormentoso, confuso. Parecía allí, uno de los tantos pescadores borrachos que acostumbran finalizar sus largos días intentando apaciguar sus pesados sueños, sus prolongadas pesadillas, acurrucándose en el pecho del río, como un niño con su padre.
Pero yo no era ningún borracho, ni mucho menos pescador ¿Cómo alguien puede dedicarle la vida misma a una simple acumulación de agua? ¿Cómo se puede ver pasar la vida entera como si fuera el nado de un pez insulso, sin objetivos, sin metas? Siempre agradecí no haber heredado esa inútil pasión de mi padre. Siempre valoré, como uno de los aciertos más grandes de mi vida, el hecho de haber tenido la voluntad suficiente para huir de ese destino mediocre en busca de verdaderos objetivos.
La noche era oscura como pocas veces vi. Las estrellas parecían haberse apagado para la ocasión y la luna, en su más remoto cuarto creciente, se reflejaba apenas sobre el agua. La arena metida en mi nariz me impedía respirar normalmente  -de hecho creo que esa fue la verdadera razón de mi despertar-, pero el olor putrefacto que arrastraba el frío viento de playa ingresaba igual por mis orificios nasales desplegándose por todo mi interior, haciendo retorcer cada uno de mis órganos. Jamás había sentido un olor similar, era como la muerte hecha sentido.
¿Y qué hacía yo ahí entonces?  ¿Cómo podía yo encontrarme en ese estado? Un escribano de ciudad que había venido a visitar su pueblo natal tan solo para resolver algunas cuestiones de su padre muerto, ahora se encontraba despertando a orillas del río en plena madrugada sin saber cómo, por qué ni cuándo, había llegado allí.
Decidí incorporarme entonces. Me senté sobre la arena fría y lavé mi cara con el agua turbia de la orilla. Al pequeño reflejo lunar, pude observar varios moretones en mi cuerpo, rasgaduras y cortes sangrientos infectados. Me hallaba desnudo también.
Lo último que recordaba era aquel viaje en bote entre la espesa niebla trayendo de regreso la tela faltante. Aquella conversación donde mi hermano pregunto al negro pescador si sabía algo de su padre. Era mudo contestó. Mudo como mi padre, como el padre de mi hermano y como el padre de mi otro hermano compartiendo aquella embarcación.
Al pararme el olor se hizo cada vez más intenso. Tenía mucha sed. Bebí del río y definitivamente comprobé que lo podrido no era él, así que comencé a caminar olfateando el rastro de aquel mortal aroma.
Mi padre, su padre y ahora el padre del otro también, jamás comprendió nuestra partida. Él esperaba a un hijo como la representación en vida de su obra de arte. Para él su vida fue el río. Los obstáculos de la vida le impidieron vivir su vida como hubiera deseado. Así que vivió su río a través de aquella tela. Siempre deseó que sus hijos, o al menos uno, viviera al río como él, pero en carne y hueso. Se defraudó completamente al ver como sus dos muchachos marchaban sin ni siquiera intentarlo. Se defraudó en vano. Sin enterarse procreó, a escondidas, a oscuras, aquél hijo que tanto deseaba.
La peste era cada vez mayor al acercarme. Al mismo tiempo que un par de estrellas parecieron iluminarse para mostrarme el panorama, en mi interior las luces se apagaban, los recuerdos terminaban.
Nunca quise defraudar a mi padre. Su muerte solitaria cayó en mi espalda a latigazos. Esa culpa carcomió mi cerebro hasta llevarlo a la locura.
Vestido de traje y corbata allí estaba mi reciente y antiguo hermano. Las dos estrellas mostraron el estomago tajeado. Las moscas revoloteaban sobre el pálido rostro negro.
No solo maté a mi hermano en aquella sombría orilla. Maté también, mi vida de edificio, mis sueños personales. Castigué a mi conciencia a someterse a la más profunda de las oscuridades matándome a mí mismo. De ahora en más viviré la vida de Salvatierra. Viviré su oscura tela. Viviré el río.

*Relato inspirado en la lectura de la novela Salvatierra de Pedro Mairal

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