El siguiente fragmento pertenece a la introducción a una
entrevista imaginaria realizada con Josef Mengele. Forma parte de un ejercicio pensado
por la Profesora Beatriz Masine para trabajar perfil. Como material de consulta
se utilizó la novela Wakolda de Lucía
Puenzo y relevamiento documental.
La medicina -del latín medicina, derivado a su vez de mederi,
que significa curar, medicar-es la ciencia dedicada al estudio de la vida, la salud, las enfermedades y la muerte del ser humano, e implica el arte de ejercer tal conocimiento
técnico para el mantenimiento y recuperación de la salud, aplicándolo al diagnóstico, tratamiento y prevención de las enfermedades. Por otro lado, la antropología es una ciencia
social que estudia al ser
humano de una forma integral. La aspiración de la disciplina antropológica es producir conocimiento
sobre el ser humano en diversas esferas, pero siempre como parte de una sociedad. Contrastable. El hecho de tratar a una
persona como inferior o superior a otra es visto como discriminación.
Considerar y calificar a una persona dentro de un grupo al cual no se lo
considera humano, parte del todo, de la sociedad, porque es “inferior a uno”,
sería visto como una marginación extrema sin causa. Experimentar con un cuerpo causándole
males sería visto como un hecho de delincuencia.
Ninguna
de las dos profesiones anteriormente
nombradas compete con estas acciones.
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Era
una ciudad llena de luz. Muchedumbre, faroles, semáforos, tránsito, gritos,
rugidos, frenadas de autos, un shopping enorme, almacenes. Pero justamente allí
no se ubicaba la casa de Josef Rudolf Mengele. El lugar de encuentro estaba a
unos cuantos kilómetros pasando aquella ciudad llena de luz. Camino de tierra,
árboles y todo tipo de plantas descuidadas, y al término del camino, unos cuantos
metros más, una cabaña bastante prolija, que contrastaba con el bosque
desidioso. Al costado de la casa, debajo de un techo improvisado de chapa y
paja, podía verse un Chevrolet en perfecto estado, casi sin uso. Una silla
solitaria en la parte delantera de la casa, en ella un hombre de piernas
cruzadas, trajeado, una mano sobre la mesa, otra sobre su falda y un perfume
que perfumaba más que las flores.
Cordialmente
saludó y abrió la puerta principal con su mano derecha. Una mano determinadora
de muertes o sobrevivencias. Adentro, cajas, pocos muebles, cajas. Un escenario
improvisado, vacío, con poco futuro.
El pasar de los años
expresado en las infinitas arrugas de su rostro, en su caminar pausado, y en el
temblor de su manos, de sus manos determinadoras.
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