La vida del fugitivo
no es apta para cualquiera, muchos desistirían al poco tiempo de saber que
alguien sigue tus pasos y no se detendrá hasta encontrarte. Es de suma
importancia aprender a convivir con esa presión, hacerla parte de la vida
diaria; naturalizar el hecho de tener más de un nombre, varias nacionalidades,
muchos hogares; a entender que las amistades son pasajeras y no hay lugar para
el afecto, sólo puedes enfocarte en tu persona y concentrarte en el hecho de
estar solo frente al mundo.
Hay una persona que
conoce bien el oficio, sigue al pie de la letra las reglas y sabe jugar este
juego.
Lo han corrido de
Alemania para Argentina, de Argentina para Brasil. Se burla de sus cazadores
demostrando astucia e inteligencia. En este momento, por ejemplo, se refugia en
una pequeña casa, muy acogedora, ideal para una persona sin compañía. Tres
habitaciones, cocina a garrafa, una televisión que por lo menos acumula veinte
años de antigüedad. No quedan rastros de barniz en los muebles, las paredes
reclaman a gritos una mano de pintura y el techo esta descascarándose, pero a
pesar de todo el ambiente no pierde su armonía.
Las aspas del ventilador de techo cortando el
aire es el único sonido que se percibe en la sala. Las ventanas facilitan la
invasión solar de la mañana, no es un día muy caluroso pero la humedad impone
su presencia. Josef sale de su cocina con dos vasos de lo que parece ser jugo
de naranja, se sienta en una silla de mimbre y limpia los gruesos vidrios de
sus lentes. Saca un cigarrillo y lo prende con dificultad, el temblor de sus
manos es un pequeño indicio de su vejez. Toma una pequeña libreta que hay sobre
la mesa, moja la punta de un lápiz con la lengua, mira su reloj y hace una
breve anotación rápida. Parece que no seré el único que se lleve información.
La televisión está
encendida pero nadie la observa, el presentador del canal de noticias habla
pero no es escuchado. Por la cercanía de la casa a la calle, el pasar de los
autos genera un bullicio urbano que dificulta la charla. La temperatura parece
subir cada vez más y unas pequeñas gotas de sudor descienden por la frente de
Josef.
-¿Le molesta si prendo
un ventilador de pie? Aun no puedo acostumbrarme a este clima…
Sólo hace un par de
semanas desde que dejó la Argentina y vino a parar aquí, la casa está vacía, cualquiera
podría pensar que está deshabitada.
-No quiero desarmar
mis valijas, nunca se sabe cuándo habrá que salir de viaje nuevamente.
El teléfono suena pero
Josef parece ignorarlo, el timbre se corta, pasan unos segundos y comienza otra
vez. Sigue fumando como si nada pasara, finalmente se levanta y arranca de un
tirón el cable del aparato.
-Recibo llamadas todos
los días, pero no las contesto. No puedo confiar en nadie, mi situación es un
tanto delicada ¿Entiende usted? Si alguien de verdad me necesita, conoce los
horarios en que debe hacer la llamada.
Parece ser que a pesar
de todas las precauciones no se priva de andar por la calle como un ciudadano
más, sobre la mesa de la cocina se pueden observar unas bolsas de supermercado
repletas de artículos de limpieza, comida y bebidas alcohólicas.
-La limpieza es
primordial, no soporto la suciedad, me provoca nauseas. Por supuesto que salgo
de la casa, necesito tener contacto con la gente. Si dejara de hacerlo perdería
el buen ojo y mi carrera llegaría a su fin.
Va hasta la cocina,
inspecciona una de las bolsas y saca de su interior una libreta muy similar a
la que dejó sobre la silla de mimbre. Regresa a la sala, camina lentamente como
si el tiempo fuera eterno, larga un suspiro y vuelve a sentarse. Abre la
pequeña libreta, está repleta de anotaciones: cuerpos dibujados, oraciones
tachadas, textos breves y complejos.
-Cada nuevo destino
es una oportunidad para incrementar el conocimiento. El ser humano es sumamente
complejo, hace falta conocerlo en sus más diversas versiones. El hombre
brasileño es distinto al argentino o al europeo y merece su estudio. Seguramente
ellos también quieren mejorar como raza, no puedo negarles esa posibilidad.
Lanza una carcajada,
se sonríe y comienza a toser. Una tos seca pero intensa, lo hace repetidas
veces. Toma el vaso de jugo de naranja y se lo termina de un trago. Acto
seguido, saca del bolsillo de la camisa un frasco de pastillas, gira el cuerpo
para ocultarse de la mirada ajena y la introduce en su boca.
-El paso de los años
se hace sentir, pero me siento joven, eso es lo importante. Las pastillas sólo
son por precaución, no las necesito…
Escribe con
frecuencia en la libreta, no sin antes echarle un vistazo a su reloj de muñeca.
El sol empieza a bajar y la luz se va pero el calor permanece. Se pone de pie
para encender las luces principales, antes de volver a sentarse un espejo se
cruza en su camino y lo hipnotiza. Practica varias poses observándose
detenidamente, inspecciona su rostro, lo palpa.
-No soy ningún tipo
de héroe… por el momento. Quién sabe qué pasara de aquí a unos años. No es mi
objetivo principal, pero si así tiene que ser no me opongo.
Suena otra vez el
timbre del teléfono ¿Cuándo volvió a conectarse? Josef es muy sigiloso cuando
se mueve. Levanta el tubo y disminuye el tono de voz, la charla es extensa pero
él apenas abre la boca.
-Tengo un compromiso
esta noche, una cena. Conocí a un agradable hombre en un bar anoche, me invitó
a conocer a su familia. Desde luego que acepté con gusto. ¿Podríamos terminar
aquí? Necesito descansar un poco, mi cabeza tiene que funcionar al máximo en la
cena.
Extiende su mano
hacia adelante para concretar la despedida. Sale detrás de mí y se queda
observándome desde el umbral de la casa, agita el brazo y esboza una sonrisa
para un último saludo.
-¡Gracias por su
visita!
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