Higiénicamente hablando, existen tres
tipos de personas: las que son extremadamente limpias, las normales y las roñosas.
Siguiendo con esta línea, pero cambiando radicalmente de objeto, los
supermercados se dividen en dos grandes grupos: los que se muestran como
prolijos y limpios y, caminando por la góndola opuesta, los supermercados
chinos.
Estos autoservicios son sinónimo de
desorden, desprolijidad, mugre y peligro. Peligro , por ejemplo, de morir
envenenado o intoxicado a causa de una manteca que había perdido la cadena de
frío o que, como comúnmente suele suceder, esta vencida. Peligro, también, de
contagiarse de rabia a causa de la mordedura de una inmunda rata, o de
infectarse de tétanos por motivo de una cortadura.
Una de las peores amenazas, sino la peor,
a la hora de entrar a un autoservicio de esta índole, es la estafa. Sus dueños
hacen de de la frase “no entendo” su arma principal de convencimiento. Los
empresarios asiáticos son verdaderamente intuitivos y no necesitan muchas
señales para comprender el peligro de una situación y comenzar a utilizar su
muletilla defensiva que les permitirá cansar al consumidor. Como curiosa
contraposición a la “poca relación con la lengua española”, los dueños de los
supermercados (porque siempre atienden los propietarios las cajas, jamás son
capaces de conceder tamaña responsabilidad ni al más profesional de los banqueros)
son verdaderos expertos a la hora de devolver el vuelto. Estadísticamente
hablando, los chinos son más precisos que un neurocirujano y tan sabios como un catedrático a la hora de
dar el vuelto, confundiéndose en menos del 0,001% de las situaciones.
A pesar de que ya se han enumerado una
gran cantidad de desventajas que caracterizan a los super chinos, aún existen
otras. Más que conocido es el vinculo existente entre los autoservicios y la
hollywoodense “Mafia China”. Los noticieros son elocuentes y con gran asiduidad
aparecen noticias de tiroteos en supermercados chinos. Como resultados de esos
enfrentamientos que parecen desatar la furia de los dragones asiáticos
obtenemos gente secuestrada, muerta y, también, el supermercado clausurado. El
riesgo de morir en estos tipos de supermercados es altísimo Por otro lado.
imaginar la posibilidad de resultar erróneamente secuestrado por la mafia me
genera pánico. ¿Cómo explicarle a los chinos que no tengo nada que ver y que
sólo estaba comprando? ¿Me entenderían? ¿O terminaría a la vera del riachuelo a
causa de nuestras deficiencias comunicacionales? ¿Serían mis ojos la cabal
evidencia de mi inocencia? La sola idea es terrorífica.
Como si fuera poca la cantidad de mugre y
suciedad que alberga un supermercado chino, los empleados y los dueños duermen
dentro del mismo. Como lo leíste. Es una vivienda y a la vez una empresa. A
simple vista, existen ventajas tentadoras. Primero, la cercanía al trabajo, lo
que evita gastar dinero en viáticos y padecer viajes epopéyicos. En segundo
lugar, la cantidad de impuestos que se pagan es menor, desde el impuesto
municipal, que es solo para una propiedad, hasta los más comunes que incluyen
importantes descuentos si hablamos de una empresa. A pesar de los pros,
los perjudicados en esta situación, como siempre, son los consumidores. Es una
obviedad aclarar que en ese lugar donde los chinos trabajan, también cocinan,
se asean, se acicalan y hasta se reproducen.
Ahora bien, si hay algo que reconocer en
el ámbito de la cultura asiática, es la generosidad. Existen sobradas
evidencias de que estas sociedades trabajan en un contexto de solidaridad y
colaboración permanente. Para nuestra fortuna, los chinos rioplatenses no son
la excepción. Existe una nueva modalidad de trabajo en los supermercados chinos
que es relativamente reciente y está en pleno proceso de expansión. En una
transparente muestra de hermandad con el pueblo latinoamericano, los chinos han
decidido trabajar en sociedad con nuestros vecinos bolivianos, insertándolos en
el sector de verdulería y frutería para, de este modo, conseguir la expansión
de sus horizontes y, como objetivo camuflado, buscar que la adaptación y la
aceptación sea más rápida y pase desapercibida por los habitantes. Es
inevitable pensar que el proceso de expansión de la cultura asiática seguirá
desarrollándose. Para reafirmar esta suposición, existen mixturas culturales
que parecen más que viables: por ejemplo, una combinación con el pueblo
paraguayo, colocando servicios de albañilería en cualquier supermercado. Por
otro lado, quizás no tan legal y digno como el proyecto anterior, se podrían
poner puestos clandestinos de distribución y consumo de droga, en sociedad con
nuestros hermanos colombianos. Las posibilidades son varias.
La República Popular China cuenta con una
población aproximada de 1.400.000.000 de personas. Está liderando el ranking
mundial de población y las grandes urbes de la segunda economía mundial ya
están totalmente saturadas. Es así, que intentando regular la situación
poblacional de las ciudades, los gobernantes chinos han impulsado una política
de emigración que ya ha involucrado a varios países de todo el mundo. Para
nuestra desgracia, uno de ellos, es Argentina. Los chinos son la plaga nacional
del siglo XXI. Sin ir más lejos, hay alrededor de cinco supermercados de origen
oriental rondando cerca de mi casa. Ya casi no existen variantes. Están los
chinos y los chinos.
Dicho esto, creo que lo próximo que hay
que hacer, es tomar medidas para controlar el avance de estas personas. El
tiempo será el encargado de decir cuáles son las posturas de los chinos con
respecto al futuro. Por lo pronto, cada vez son más y más. En un momento histórico donde las libertades
nacionales se encuentran en total discusión y cuestionamiento, creo que este
ensayo es una pequeña contribución a intentar proteger un derecho que involucra
a la totalidad del pueblo argentino: el derecho a elegir libremente el
supermercado en el que queremos comprar.
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