Salí
temprano. El andén a esa hora me parecía ajeno. Constitución me dio la
sensación de las cosas ya conocidas, pero que bajo otra luz parecen extrañas. Escuché
el sonido de las ruedas golpeando los rieles y me apuré. Los vagones, despoblados,
se veían mucho más lamentables. No tardé en encontrar el tercer asiento vacío.
Enfrente
una mujer leía una revista. El vidrio estaba empañado y en el asiento de al lado
alguien había olvidado una agenda. La tomé y la mujer siguió con su lectura. En
verdad no quería que fuese de ella, así que omití interrumpirla con preguntas.
Bajé
en la estación de Banfield con la agenda
en la mochila. Caminé unas cuadras frías y llegué a casa. Me esperaba una pila
de platos sucios y ninguna otra cosa. No quise abrir la agenda y matar la
incertidumbre. Quizás eso podía hacerme sentir un poco más vivo, un poco menos
solo. Me entusiasmaba pensar que tenía en mis manos algo que otra persona
buscaba. Restituirla y convertirme en una especie de héroe absurdo.
Me
reí y tiré la agenda en la mesa. Escuché el silencio que había quedado después
de la risa y el golpe seco.
Empujé
las cosas que había en el sillón y me acosté. Miré la agenda desde lejos, su tapa
gris inmaculada.
Empecé
a imaginarme el mundo que podía contener. A jugar con sus lugares, con las
breves historias de sus hojas. Me olvidé de mis problemas para concentrarme en
los de un completo desconocido.
Pasé
las horas construyendo al dueño ideal, escapándome de mis preocupaciones.
Imaginaba
una mujer que leyera libros en viajes de colectivo, que juntase platos sucios.
Que anotara ideas sueltas, desordenadas como yo. Algo demasiado anárquico para
alguien que lleva agenda.
Me
decepcionó entender que quizás la dueña sería dueño. Que probablemente llevase
una vida metódica, previsible, estructurada como las que jamás entendí.
Miré
por la ventana, el cielo recobraba su color. Tomé unos mates y salí para
Constitución.
Iba
por el andén buscando caras y subí al tren.
Caminé hasta el tercer asiento. Al lado de la
ventana empañada dejé la agenda. La dejé tal como me había encontrado.
Crea realmente un final inesperado, a mi parecer en la forma en que venia sucediendo no creí que terminara así.
ResponderEliminarMe gusta como esta narrado, la forma en que describe al personaje, no tanto con palabras sino con pensamientos, acciones y contradicciones. Muy bueno!
Totalmente inesperado!!! Muy bueno
ResponderEliminar"la sensación de las cosas ya conocidas, pero que bajo otra luz parecen extrañas." muy buena frase, te deja pensando.
ResponderEliminarEs interesante que vuelva al mismo lugar en el que empezó la historia para terminarla. Muy linda historia!Besos!
Muy linda historia porque el final nadie lo espera. Todos hubiéramos esperado que busque al dueño/a o que hiciera las actividades que se encontraban en la agenda, pero jamás que la dejase en el lugar en donde la encontró y así seguir con su vida. Terminar en donde empezó. Me gusta como está narrado y que es breve y conciso. Muy buena!
ResponderEliminarMe gusto la secuencia del relato. Y el final se acomoda con la brevedad del texto.
ResponderEliminarMuy buena la historia! Me gustó mucho que no haya leído lo que contenía y se quedara sólo con lo que había imaginado.
ResponderEliminarMe gustó la descripcion del contexto, como tambien la de sus sentimientos y pensamientos, es un texto muy gráfico y permite imaginar y entrar en el personaje. El final es distinto, raro, se me hace dificil creer que alguien que encuentra una agenda no la hojee un poco, como para sacarse la incertidumbre. Me gustó, pero es raro.
ResponderEliminarMe gusta como todo esta conectado de forma que, aunque el final sea totalmente inesperado, queda bien amoldado al resto del relato. Muy bueno!
ResponderEliminarNunca me hubiera imaginado ese final, me gustó! Aunque me parece raro que no la ojeó ni un poquito..
ResponderEliminarMe gustó la descripción de Constitución y hasta pude imaginar el sonido del tren llegando.
ResponderEliminarEs verdad... muy buena la descripción...
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