Reseña del libro de Hans Magnus Enzensberger.
Me es imposible no recordar el debate:
Christopher R. Browning vs. Daniel
Jonás Goldhagen; intencionalista y funcionalista del accionar militar y civil
en el periodo del nazismo. Básicamente, los intencionalistas creen que la
decisión del régimen nazi para exterminar a los judíos europeos fue
metódicamente planificada y fue el proceso derivado de la iniciativa de lucha
contra el antisemitismo desenfrenado de Hitler. Los funcionalistas, contrariamente,
creen que el exterminio se manifiesta con los métodos y las inclinaciones de
los asesinos genocidas.
Mediante
documentación y testimonios tomados en la época de la posguerra respecto del
accionar del Batallón 101 de la Policía de Orden, Browning descubrió una grieta
en la idea equívoca de que los asesinos de los judíos eran nazis fanáticos y
fue capaz de dar nombre a los autores del Holocausto. Los documentos utilizados por Browning
mostraron que los miembros del Batallón de la Policía de Orden 101, responsables
de la muerte de 83.000 judíos, fueron hombres de todas las edades, de todos los
estratos y de todos los ámbitos de la vida alemana, no representativos del
modelo tradicional de nazi-genocida. Browning saca en limpio, concluye que la
demografía del batallón en cuanto espejo social era muy representativa del
estado alemán en su conjunto.
Goldhagen,
sin embargo, no está de acuerdo en la totalidad de la afirmación de Browing, este
posee un enfoque mucho más amplio que presenta un análisis histórico y cultural,
tanto en el pasado como en el período del nazismo. Goldhagen afirma que la historia
cultural de Alemania, no sólo del antisemitismo, sino también del eliminacionismo en general, es el motor
primario que motivó el Holocausto. Este
autor desafía directamente la evaluación de Browning mientras que acusa
al mismo tiempo a todos los alemanes. Afirma que el odio alemán a
la alteridad es algo estructural y crónico en la historia de Alemania, que solo
necesitaban el permiso de una autoridad superior para dar el paso genocida.
Existen
casos, excepciones en la sociedad alemana, por ejemplo, el general Kurt von
Hammerstein-Equord, él, su familia y otras personas cercanas, nunca aceptaron el
totalitarismo. Hammerstein, no militó activamente en la resistencia de la
minoría alemana frente al nazismo, pero su evidente oposición al régimen le
costó su carrera militar. La vida del general, su esposa y sus siete hijos,
opuestos a la tiranía como su padre, sirve como ejemplo para demostrar que en
realidad la historia pudo ser una síntesis, un cruce de las dos teorías: que no
todos los militares estaban a favor del nazismo y que no toda la sociedad
alemana mató.
El
curso de la narración en Hammerstein o el
tesón de H. M. Enzensberger no es, en modo alguno, lineal, sino que referencia
a hechos históricos, anécdotas, citas de documentos escritos y testimonios
constantemente, detalles sobre las intrigas de los espías y contraespías
alemanes y rusos y conversaciones póstumas. El libro está escrito con gran libertad
de estilo, que se parece más a un ensayo con fotografías que a una novela, el
mismo Enzensberger finaliza el libro con un posfacio donde explica por qué no
ha escrito una novela (…) no se trata de
mi historia, sino de la historia de personas totalmente ajenas a mí, y que, en
mi opinión, merecen ser recordadas.
Se
puede apreciar cierta similitud entre lo holgazán de Hitler y el desinterés por
el trabajo burocrático del general Hammerstein, pero en un caso se trata de una
pereza que surge de la inconstancia, la inmadurez y en el otro hay que hablar
del cansancio aristocrático de un militar que se tomaba la vida con humor,
calma, pero siempre de una manera crítica.
Enzensberger
advierte que su libro no puede interpretarse como un documento, considera que
está más cerca de la fotografía que de la pintura, de ahí el recurso de
alumbrar encuentros imaginarios. Hammerstein no hizo nada notable, salvo
enfrentarse a una perversa dictadura, consideraba que El miedo no es una visión del mundo.
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