miércoles, 20 de noviembre de 2013

LOS PEGOTES DE FLORIDA

Una Murga en las vías de la historia argentina
Descendiente de la zarzuela, la murga porteña es la expresión artística más representativa de la cultura popular argentina. Los “Pegotes de Florida”, la agrupación más antigua del género, han sido testigo de excepción de un siglo de carnavales a orillas del Río de la Plata.

Son las 15:30 en la estación Retiro del ferrocarril Mitre, es sábado y  la vía está interrumpida nos comenta un trabajador. La espera es larga y el trayecto no menor, éste viaje nos llevara a través de los barrios de Buenos Aires, un viaje en tiempo y espacio para encontrarnos con la expresión de cultura barrial más icónica y popular.
Los carteles se van actualizando: Palermo, Colegiales, Belgrano, Urquiza, Coghlan y Saavedra. Todos ellos barrios de murga. Luego La General Paz le puso fin a la capital y emprendimos lo último del trayecto. Tras un largo viaje, la estación J.B. Justo anunció que estábamos ya por llegar a Florida.

Los frenos del tren no vencían aun la inercia y ya oíamos los bombos y redoblantes artillando sobre el silencio sabatino de la tarde nublada. La estación está bien cuidada.  El sonido nos lleva de los oídos hasta la pequeña plaza con el nombre de Hector Eduardo Gonzales, en las rejas un pasacalles color bordo sostiene de fondo las letras que en blanco retumban diciendo “Los Pegotes de Florida” 

 “Por 1924
Esta murga comenzó
Su nombre  los 7 Ganzos
el chino Domínguez su director”

***
Plaza de carnaval
Al llegar nos recibe Federico. Baila en la murga hace algunos años. Nos presenta con los integrantes de más trayectoria. Todos nos saludan con una sonrisa generosa. Les explica el porqué de nuestra visita y nuestra necesidad de entrevistarnos con al menos dos de ellos. Se miran nerviosos sin esconder pudor. Tomamos la iniciativa y nos juntamos con Diego y Andrea, tal vez los dos más antiguos en la agrupación.

El sonido retumba en al menos dos cuadras a la redonda, la agrupación está partida en músicos y bailarines. Primero están los músicos luego están los chicos y, un poco más lejano, las chicas, quienes bajo la coordinación de Andrea saltan y quiebran las caderas encarrilando sus pasos en la comparsa estacionaria hecha ensayo.

No estamos en una “típica plazuela”, la misma se emplaza entre la estación y el paredón de la manzana contigua, cuyas paredes exhiben graffitis y pintas,  varias de estas con motivos de murga. Cuatro bancas exhiben camperas y bolsos que una madre cuida sigilosa mientras ve a su hijo bailar. La plazoleta es entonces un lugar  ideal, un largo corredor para murgueros. Bancas tal cual tribunas y recta como para el ensayo de un desfile con muchas “pasadas”.

   Por ese lugar, por ese barrio, por la familia que no es la familia, allí se juntan. Se siente, se transpira juventud, niñez y adultez. Cada golpe de bombo un salto y una patada. Tambaleos constantes. Brazos de izquierda a derecha, arriba y abajo. Agachados, parados. Todos siguiendo el compás del sonido, del ruido, pero de la manera que se quiere, que se siente.

Por más ensayo que sea no deja de ser un show in situ. La gente se sienta a verles, quienes bajan del tren se detienen unos segundos a oírles, todos arrojan una sonrisa de propina, algunas abuelas y madres sentadas sobre el pasto cuidan de sus hijos sin quitarle atención al retumbe alegórico.

"Ae Aeeá, Ae Aeá, Aee Aaá
Centro Murga Los Pegotes
Tiene historia que contar…”

 ***
 Dueño de la trompeta
 Diego Graña cuando quiso retomar la murga en el barrio había escuchado hablar algo de “Los pegotes de Florida”
-“Dí muchas vueltas por el barrio, hasta que escuché que uno de los fundadores –“El Lolo”- paraba en el bar Santa Paula”. Allí le indicaron donde vivía y no lo dudó.
  Diego siempre fue flaco, alto y con pocos rulos. Es calmo, se percibe. Por ese entonces, no estaba casado ni tenía dos hijas. Tampoco se asomaban las canas blancas de hoy. Conoce la historia de la murga de atrás para adelante, y viceversa. Cuando Lolo lo autorizó a retomar y revivir la murga nunca se desentendió de ella, menos aún en los  momentos en el que algún guapo llega con intenciones  de querer “tu lugar”. Nunca faltan. Diego siempre pensó en una murga horizontal, donde todos tienen el mismo rol en distintas acciones. Sostiene la idea de ser un Centro murga y durante los meses sin ensayo, realizar actividades sociales en el barrio para y con los vecinos. En esto también se distingue del resto de las murgas. El acontecimiento de cara a los carnavales 2014, los mantiene despiertos más que nunca. No siempre se festeja, se baila, se desfila y se cumple 90 años en una noche, al estilo “…Carnaval toda la vida…”
  Hoy Diego solo acompaña como un pegote más y en el desfile es dueño de la trompeta.  

***
  Cuando Murga todos se mojan
  Las nubes siguen oscureciendo la tarde. Amenazan con lluvia. Hay tres mujeres viendo desde afuera. Disfrutando. Mueven sus caderas sin darse cuenta. Lejos, hay un banco más; cumpliendo su función como tal porque está vacío. En realidad nadie está lejos, los pegotes nos mantiene cerca entre todos.
     Las voces opacadas por el retumbar de los instrumentos igual se hacen escuchar. Diferentes temas se hablan alrededor. Opiniones personales sobre lo que observaba, “baila bien el de campera negra”, “a mí me gusta la chica de los pantalones coloridos”, dos jóvenes preguntándose qué es lo que iban a hacer esa misma noche y un padre incentivando a su hija para que bailara con él.                                                                   
   
 Nosotros tres seguimos allí, frente a la murga del tiempo -también llamada comparsa del devenir-. Un grupo de bailarines zaparrastrosos que se mueven sin la menor técnica nos abren “sus puertas”. Fede comienza recordando su comienzo, un factor común en todos los integrantes; recordar el principio:
-“Vivía en el barrio de Florida y jugábamos a la pelota con mis hermanos en esta misma plaza. Llegando la primavera del 96 aparecieron unos afiches pegados en la calesita que anunciaba algo así como: “Vuelve la murga al barrio”  La tranquilidad que merodeaba los atardeceres debía ser interrumpida, ellos tenían que decidir entre bajarse de la calesita, patear la pelota o  sumarse a la murga. Lo mejor, dice: “A nada tuve que renunciar”
 
 La murga baila todo el año. Sus apariciones son esporádicas y sus cantos imposibles de ser recordados, ni aún por los mismos cantores que se ven obligados a inventar letras nuevas perpetuamente. Esto le pasa a Guido con 34 años y más de trece en la murga, responsable de crear las letras. Trabaja de repositor, vive con su pareja y se define como “eternamente murguero”.

 ***
Murguera combativa
   Andrea casi llega a los 40, vive en Martínez. Es delgada y su sonrisa excede su mirada. Tiene el cabello castaño oscuro, ojos penetrantes y un físico afirmado por el baile. Se graduó en la UBA de psicóloga. Baila en la murga hace 10 años y tiene a cargo enseñarles a las chicas las coreografías y pasos. La murguera bailó desde niña danza clásica. Tiene una hija que es parte de la murga. Para ellas,  “Los Pegotes de Florida” son parte de su familia. Una familia por elección y convicción.
  Andrea habla con el corazón en la mano, sus palabras son siempre sentidas. Habla con pasión de cada cosa. Nos habla de la Argentina popular, la Argentina de barrio, la Argentina que la clase dominante no quiere aceptar, sentencia ella. Reniega con impaciencia cuando recuerda las muchas veces que fueron desalojados de la plaza, las muchas veces que el intendente prefirió pagar un carnaval santafesino y no contar con ellos aun siendo parte de la comunidad. Para ella este gobierno ha luchado por la reivindicación de la cultura popular y ella se siente parte de esa lucha. A la pregunta de si tenía algún recuerdo muy significativo de esta murga, la respuesta fue:
 “..Tengo un recuerdo de un personaje que se le decían “el peludo”, si vos le preguntas a cualquiera de los pibes lo conocen, peludo era un viejo de setenta y pico de años que vivía en la plaza, vivía donde podía, un tipo que tomaba alcohol, lo que te imagines, y el tipo bailaba, era muy particular. Es de esos personajes muy particulares, para mi ese personaje es un recuerdo muy vivo de Los Pegotes, “el peludo” como un sentimiento. 
     
    La charla se extendió más de lo pensando. La lluvia paró. Ya todos se están acomodando de vuelta para volver a danzar. Andrea tiene que volver a su respectivo lugar. Se la ve feliz, con una gran sonrisa en la cara. Se para y camina en dirección a la muchedumbre de gente. Nos olvidamos de preguntarle lo más importante. Hicimos el mismo trayecto, la llamamos y vino casi al trote. “Última pregunta y te liberamos”, le dijimos. Con la misma sonrisa con la que se había despedido, accedió a ella.
-Para mí la murga es un espacio en el que cada uno puede ser quien quiere ser. Yo no conozco otro espacio en donde confluyan tantas generaciones distintas, a su vez situaciones familiares distintas, personas distintas  y puedan compartir de la manera que lo hacen, es como una posibilidad de igualarse entre todos los participantes. De hecho tuve cargos en el ministerio de funcionaria y sin embargo venía acá y me sentaba con un pibe de 17 años en la esquina a conversar, o como una persona de 60 años comparte con la de 5 años. Me parece que el sentimiento que tiene que ver con la murga es que cada uno puede ser como realmente quiere ser sin la exigencia de eso que la sociedad te pide para ocupar determinados lugares cotidianamente, es como una libertad del ser  dentro de la expresión de la cultura popular, es la construcción en la calle la murga. Si yo tuviera que definir un sentimiento, para mí, es una familia que uno elige y en el que cada uno es libre de ser como realmente es en un momento de la semana, en el que cada uno elige como quiere ser…” 

” Ae Aeeá, Ae Aeá, Aee Aaá
Centro Murga Los Pegotes
Tiene historia que contar…”

***
 De vuelta en las vías
   Una, dos, tres gotas. Empieza a lloviznar. Los murgueros siguen unos cuantos minutos más, hasta que la lluvia no los deja continuar. Se dispersan por todo la plaza. La mayoría de ellos están ahí mismo charlando mientras que las pequeñas gotas les caen en sus caras, otros se despiden y se van y los más chicos aprovechan el momento para repasar algún que otro paso. Los bombos junto con los redoblantes están apoyados contra aquel gran paredón de color bordo con algunos graffitis. Uno de los palpitantes, corriendo, fue a buscar algo que los cubra. De un momento a otro la lluvia se volvió intensa, cae la tarde como los bombos sobre el suelo al terminar la comparsa, nos despedimos de todos entre abrazos y besos, como si nos conociéramos de años.

 Sentados de vuelta en un vagón, vemos por la ventana alejarse la plaza de los pegotes de florida, el retumbe no está más, solo silencio y el silbido del tren. Los comentarios van y vienen. Se nos puede ver con una sonrisa similar a la que Andrea mantuvo en casi toda la entrevista. Fresca y sincera. Éste día no es igual a todos. Conocimos una historia. Conocimos una murga. Nos llevamos anécdotas, baile, risas, música.  
      La murga es esa estación marginal donde el tren de la historia oficial Argentina no quiso detenerse, sus andenes de paso de comparsa, convivencia barrial y Argentina callejera, esperaron años cual hijo no reconocido, la sanción de los feriados de carnaval, esa acta de nacimiento o DNI que encuentra a esas dos argentinas en las vías de esta misma historia.       

“Señores nos retiramos
De seguro se mareo
Le pedimo un ferte aplauso
A este GLORIOSOS MURGON”

1 comentario:

  1. mi nombre es Mario delante de mi casa pasaban todos los años(1950a 1960 etc). Estoy filamndo una peli de esas epocas alguien tiene fotos? olo que sea.?Gracias

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