Una Murga en las vías de la historia argentina
Descendiente de la zarzuela, la murga porteña es la expresión artística
más representativa de la cultura popular argentina. Los “Pegotes de Florida”,
la agrupación más antigua del género, han sido testigo de excepción de un siglo
de carnavales a orillas del Río de la Plata.
Son las 15:30 en la estación Retiro
del ferrocarril Mitre, es sábado y la
vía está interrumpida nos comenta un trabajador. La espera es larga y el trayecto
no menor, éste viaje nos llevara a través de los barrios de Buenos Aires, un
viaje en tiempo y espacio para encontrarnos con la expresión de cultura barrial
más icónica y popular.
Los carteles se van actualizando:
Palermo, Colegiales, Belgrano, Urquiza, Coghlan y Saavedra. Todos ellos barrios
de murga. Luego La General
Paz le puso fin a la capital y emprendimos lo último del
trayecto. Tras un largo viaje, la estación J.B. Justo
anunció que estábamos ya por llegar a Florida.
Los frenos
del tren no vencían aun la inercia y ya oíamos los bombos y redoblantes artillando
sobre el silencio sabatino de la tarde nublada. La estación está bien
cuidada. El sonido nos lleva de los
oídos hasta la pequeña plaza con el nombre de Hector Eduardo Gonzales, en las
rejas un pasacalles color bordo sostiene de fondo las letras que en blanco
retumban diciendo “Los Pegotes de Florida”
“Por
1924
Esta
murga comenzó
Su
nombre los 7 Ganzos
el
chino Domínguez su director”
***
Plaza de carnaval
Al llegar nos recibe Federico. Baila
en la murga hace algunos años. Nos presenta con los integrantes de más
trayectoria. Todos nos saludan con una sonrisa generosa. Les explica el porqué
de nuestra visita y nuestra necesidad de entrevistarnos con al menos dos de
ellos. Se miran nerviosos sin esconder pudor. Tomamos la iniciativa y nos
juntamos con Diego y Andrea, tal vez los dos más antiguos en la agrupación.
El sonido retumba en al menos dos
cuadras a la redonda, la agrupación está partida en músicos y bailarines. Primero
están los músicos luego están los chicos y, un poco más lejano, las chicas,
quienes bajo la coordinación de Andrea saltan y quiebran las caderas
encarrilando sus pasos en la comparsa estacionaria hecha ensayo.
No estamos en una “típica plazuela”,
la misma se emplaza entre la estación y el paredón de la manzana contigua,
cuyas paredes exhiben graffitis y pintas,
varias de estas con motivos de murga. Cuatro bancas exhiben camperas y
bolsos que una madre cuida sigilosa mientras ve a su hijo bailar. La plazoleta
es entonces un lugar ideal, un largo
corredor para murgueros. Bancas tal cual tribunas y recta como para el ensayo de
un desfile con muchas “pasadas”.
Por ese lugar, por ese barrio, por la familia que no es la familia, allí
se juntan. Se siente, se transpira juventud, niñez y adultez. Cada golpe de
bombo un salto y una patada. Tambaleos constantes. Brazos de izquierda a
derecha, arriba y abajo. Agachados, parados. Todos siguiendo el compás del
sonido, del ruido, pero de la manera que se quiere, que se siente.
Por más ensayo que sea no deja de ser
un show in situ. La gente se sienta a verles, quienes bajan del tren se detienen
unos segundos a oírles, todos arrojan una sonrisa de propina, algunas abuelas y
madres sentadas sobre el pasto cuidan de sus hijos sin quitarle atención al
retumbe alegórico.
"Ae Aeeá, Ae Aeá, Aee Aaá
Centro Murga Los Pegotes
Tiene historia que contar…”
***
Dueño de la trompeta
Diego Graña
cuando quiso retomar la murga en el barrio había escuchado hablar algo de “Los
pegotes de Florida”
-“Dí
muchas vueltas por el barrio, hasta que escuché que uno de los fundadores –“El
Lolo”- paraba en el bar Santa Paula”. Allí le
indicaron donde vivía y no lo dudó.
Diego siempre fue flaco, alto y con pocos rulos. Es calmo, se percibe. Por
ese entonces, no estaba casado ni tenía dos hijas. Tampoco se asomaban las
canas blancas de hoy. Conoce la historia de la murga de atrás para adelante, y
viceversa. Cuando Lolo lo autorizó a retomar y revivir la murga nunca se desentendió
de ella, menos aún en los momentos en el
que algún guapo llega con intenciones de
querer “tu lugar”. Nunca faltan. Diego siempre pensó en una murga horizontal,
donde todos tienen el mismo rol en distintas acciones. Sostiene la idea de ser
un Centro murga y durante los meses sin ensayo, realizar actividades sociales en
el barrio para y con los vecinos. En esto también se distingue del resto de las
murgas. El acontecimiento de cara a los carnavales 2014, los mantiene
despiertos más que nunca. No siempre se festeja, se baila, se desfila y se
cumple 90 años en una noche, al estilo “…Carnaval toda la vida…”
Hoy Diego solo acompaña como un pegote más y en el desfile es dueño de
la trompeta.
***
Cuando Murga todos se mojan
Las nubes
siguen oscureciendo la
tarde. Amenazan con lluvia. Hay tres mujeres viendo desde
afuera. Disfrutando. Mueven sus caderas sin darse cuenta. Lejos, hay un banco
más; cumpliendo su función como tal porque está vacío. En realidad nadie está
lejos, los pegotes nos mantiene cerca entre todos.
Las voces opacadas
por el retumbar de los instrumentos igual se hacen escuchar. Diferentes temas
se hablan alrededor. Opiniones personales sobre lo que observaba, “baila bien
el de campera negra”, “a mí me gusta la chica de los pantalones coloridos”, dos
jóvenes preguntándose qué es lo que iban a hacer esa misma noche y un padre
incentivando a su hija para que bailara con él.
Nosotros tres seguimos allí, frente a la murga
del tiempo -también llamada comparsa del devenir-. Un grupo de bailarines
zaparrastrosos que se mueven sin la menor técnica nos abren “sus puertas”. Fede
comienza recordando su comienzo, un factor común en todos los integrantes; recordar
el principio:
-“Vivía en
el barrio de Florida y jugábamos a la pelota con mis hermanos en esta misma
plaza. Llegando la primavera del 96 aparecieron unos afiches pegados en la
calesita que anunciaba algo así como: “Vuelve la murga al barrio” La tranquilidad que merodeaba los atardeceres debía
ser interrumpida, ellos tenían que decidir entre bajarse de la calesita, patear
la pelota o sumarse a la murga. Lo mejor, dice: “A nada tuve que renunciar”
La murga baila todo el año. Sus
apariciones son esporádicas y sus cantos imposibles de ser
recordados, ni aún por
los mismos cantores que se ven
obligados a inventar letras nuevas perpetuamente. Esto le pasa a Guido con 34
años y más de trece en la murga, responsable de crear las letras. Trabaja de repositor,
vive con su pareja y se define como “eternamente murguero”.
***
Murguera combativa
Andrea
casi llega a los 40, vive en Martínez. Es delgada y su sonrisa excede su
mirada. Tiene el cabello castaño oscuro, ojos penetrantes y un físico
afirmado por el baile. Se graduó en la
UBA de psicóloga. Baila en la murga hace 10 años y tiene a cargo enseñarles
a las chicas las coreografías y pasos. La murguera bailó desde niña danza clásica. Tiene una hija que
es parte de la murga. Para
ellas, “Los Pegotes de Florida” son parte de su familia. Una familia por
elección y convicción.
Andrea habla con el corazón en la mano, sus
palabras son siempre sentidas. Habla con pasión de cada cosa. Nos habla de la Argentina popular, la Argentina de barrio, la Argentina que la clase
dominante no quiere aceptar, sentencia ella. Reniega con impaciencia cuando recuerda las muchas veces que fueron
desalojados de la plaza, las muchas veces que el intendente prefirió pagar un
carnaval santafesino y no contar con ellos aun siendo parte de la
comunidad. Para ella este gobierno ha luchado por la reivindicación de la
cultura popular y ella se siente parte de esa lucha. A la pregunta de si tenía algún recuerdo muy significativo
de esta murga, la respuesta fue:
“..Tengo
un recuerdo de un personaje que se le decían “el peludo”, si vos le preguntas a
cualquiera de los pibes lo conocen, peludo era un viejo de setenta y pico de
años que vivía en la plaza, vivía donde podía, un tipo que tomaba alcohol, lo
que te imagines, y el tipo bailaba, era muy particular. Es de esos personajes
muy particulares, para mi ese personaje es un recuerdo muy vivo de Los Pegotes,
“el peludo” como un sentimiento.
La charla se extendió más de lo pensando. La
lluvia paró. Ya todos se están acomodando de vuelta para volver a danzar.
Andrea tiene que volver a su respectivo lugar. Se la ve feliz, con una gran
sonrisa en la cara. Se
para y camina en dirección a la muchedumbre de gente. Nos olvidamos de
preguntarle lo más importante. Hicimos el mismo trayecto, la llamamos y vino
casi al trote. “Última pregunta y te liberamos”, le dijimos. Con la misma
sonrisa con la que se había despedido, accedió a ella.
-Para mí la murga es un espacio en el que cada uno
puede ser quien quiere ser. Yo no conozco otro espacio en donde confluyan
tantas generaciones distintas, a su vez situaciones familiares distintas,
personas distintas y puedan compartir de la manera que lo hacen, es como
una posibilidad de igualarse entre todos los participantes. De hecho tuve cargos
en el ministerio de funcionaria y sin embargo venía acá y me sentaba con un
pibe de 17 años en la esquina a conversar, o como una persona de 60 años
comparte con la de 5 años. Me parece que el sentimiento que tiene que ver con
la murga es que cada uno puede ser como realmente quiere ser sin la exigencia
de eso que la sociedad te pide para ocupar determinados lugares cotidianamente,
es como una libertad del ser dentro de la expresión de la cultura
popular, es la construcción en la calle la murga. Si yo tuviera que definir un sentimiento,
para mí, es una familia que uno elige y en el que cada uno es libre de ser como
realmente es en un momento de la semana, en el que cada uno elige como quiere ser…”
” Ae Aeeá, Ae Aeá, Aee Aaá
Centro Murga Los Pegotes
Tiene historia que contar…”
***
De vuelta en las vías
Una, dos, tres gotas. Empieza a lloviznar.
Los murgueros siguen unos cuantos minutos más, hasta que la lluvia no los deja
continuar. Se dispersan por todo la plaza. La mayoría de ellos están ahí mismo charlando
mientras que las pequeñas gotas les caen en sus caras, otros se despiden y se
van y los más chicos aprovechan el momento para repasar algún que otro paso. Los bombos junto
con los redoblantes están apoyados contra aquel gran paredón de color bordo con
algunos graffitis. Uno de los palpitantes, corriendo, fue a buscar algo que los
cubra. De un momento a otro la lluvia se volvió intensa, cae la tarde como los bombos sobre el
suelo al terminar la comparsa, nos despedimos de todos entre abrazos y besos,
como si nos conociéramos de años.
Sentados de vuelta en un
vagón, vemos por la ventana alejarse la plaza de los pegotes de florida, el
retumbe no está más, solo silencio y el silbido del tren. Los comentarios van y vienen. Se nos
puede ver con una sonrisa similar a la que Andrea mantuvo en casi toda la entrevista. Fresca
y sincera. Éste día no es igual a todos. Conocimos una historia. Conocimos una
murga. Nos llevamos anécdotas, baile, risas, música.
La murga es esa
estación marginal donde el tren de la historia oficial Argentina no quiso
detenerse, sus andenes de paso de comparsa, convivencia barrial y Argentina
callejera, esperaron años cual hijo no reconocido, la sanción de los feriados
de carnaval, esa acta de nacimiento o DNI que encuentra a esas dos argentinas
en las vías de esta misma historia.
“Señores nos retiramos
De seguro se mareo
Le pedimo un ferte aplauso
A este GLORIOSOS MURGON”
mi nombre es Mario delante de mi casa pasaban todos los años(1950a 1960 etc). Estoy filamndo una peli de esas epocas alguien tiene fotos? olo que sea.?Gracias
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