martes, 11 de octubre de 2011

Silencio



            Algo no andaba bien y él lo sabía. No por nada había llegado hasta allí. Apartó la chapa con cuidado y metió la cabeza a través de la abertura. Al principio vio solamente la claridad mugrienta de la ventana que flotaba a una distancia imprecisa pero después pudo ver el torso desnudo de un cuerpo. Era su hermoso cuerpo femenino frío y escaso de amor. El constante pensar la había alejado del contacto con la vida real y las preguntas existenciales se habían adueñado de su mente. La oscuridad hostil que la rodeaba no lo dejó apreciar con rapidez la tristeza que se había apoderado de su dulce rostro. Su pelo rubio se había humedecido por la grasa de los viejos automóviles y sus ojos celestes se habían opacado por la suciedad del basurero. La tierra y el polvo habían cubierto sus senos de viejas penumbras que asustarían a cualquiera. Cuando él le preguntó qué estaba haciendo ahí, ella le contestó que eso no importaba, que todavía no había resuelto una pregunta que la había angustiado desde su adolescencia hasta ese momento. Aún no había comprendido el propósito de la vida. Los ojos de ambos se llenaron de lágrimas, él se desnudó y decidió acompañarla.


Dante Compagno Distasi
(Comisión 36)

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